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Un Cristo de José Pelletier: Levitación-Ascención en Busca del Sentido Prístino

Orlando Alcántara (Orly)
Opinión.-Pintar a Cristo siempre constituye una aventura esencial que da sentido al pincel, el lienzo y los colores.
La identidad artística se nutre de esta experiencia que de seguro debe resultar apasionante al tratar de insertarse en el signo crístico: Redención que nos libera del poder insoslayable del pecado para inaugurar la dimensión de la Vida Eterna en un perpetuo aquí-ahora desbordado en una plenitud certera.
Porque pintar a Cristo es vida y vida en abundancia en la búsqueda inextinguible del sentido enclaustrado en el Dios hecho Hombre para la salvación de una Humanidad caída, entenebrecida por las argucias satánicas del pecado.

José Pelletier acepta el desafío y nos presenta a un Cristo levitando, ascendiendo, con un borbotón de sangre que produce catarsis visual enraizándose en símbolos primitivos como la cruz y el pez mediante la inquietante pulsación del pincel que no cesa de experimentar el vértigo de la verdad cristiana.
Aquí Cristo asciende, levita, y en Su hallazgo se produce una tensión entre la sangre brotando violentamente de Su costado y los brazos en señal de victoria de un Cristo en movimiento. Y este movimiento se percibe como milagro visual con la perspicacia gráfica de un Pelletier que logra producirlo con maestría y genialidad a partir de una intensidad simbiótica entre la materia y el Espíritu.
Cristo matérico; Cristo-Espíritu. Movimiento vertical de Cristo glorificado; movimiento oblicuo del borbotón de sangre que nos despierta del letargo y la cauterización en pos de un instante iluminador de carácter salvífico. He aquí el sentido íntimo de la genialidad y la maestría de Pelletier en un lienzo valioso en su perfil intrínseco revelador de intimidad y expresividad síncronas.

Pintar a Cristo es arte que deslumbra. Es arte convertido en apostolado y sacerdocio. Es deshilvanar mitos para crear el símbolo. Es detener el tiempo hasta desbrozar el alba. Es intimismo poético que nos acerca a una expresión prístina más allá de la cotidianidad obtusa para insertarnos en la abstrusa realidad de la dimensión del Espíritu.
Así el Cristo de Pelletier se convierte en legado posmoderno a partir de sus iconos primitivos. Es un despertar. Un deslumbramiento semiótico que nos produce vértigo. José Pelletier ha dejado su huella en el lienzo para que podamos ser testigos de un Cristo levitando y un borbotón de sangre encuadrado en su hermenéutica personal crística que en su justa dimensión valoramos, tomándola como indicio inmarcesible de fe cristiana.

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Soy periodista.Trato de ser escritor (poeta). Amante de lo humano en toda su esencia...

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