Opinión.-Una vez más el disfraz no puede esconder la verdad: Hipólito es el mismo de siempre, autoritario, irreflexivo y peligroso. No ha cambiado ni puede encaminar los cambios que requiere nuestra sociedad.

Ayer dijo, entre guardias retirados, estar en descuerdo con “la patología de la libertad”, cuando todos sabemos que la libertad es un derecho humano consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en nuestra Constitución.

Hipólito se declaró admirador de Trujillo, a quien volvió a llamar “El Jefe” (en lugar de dictador) días después que los dominicanos y el mundo recordaba -todavía indignado- el asesinato de las hermanas Mirabal.

Sólo los ignorantes o quienes pretenden implantar un régimen parecido pueden afirmar que en tiempos del dictador Trujillo viviésemos en mayor seguridad; la verdad es que vivíamos bajo el terror, bajo el miedo, bajo el abuso y humillación a mujeres y hombres.

El régimen de Trujillo practicó la negación de todos los derechos humanos (individuales, políticos, sociales y económicos) de los dominicanos. Las soluciones de Hipólito a los males sociales son las de Trucutú, las de la caverna, las de la dictadura.

Los dominicanos y dominicanos lo que queremos es una mejor democracia, una democracia efectiva y de verdad, no menos democracia. Queremos avanzar, no retroceder a Trujillo, a sus crímenes, a su concentración de riquezas (él y sus amigotes) y al oscurantismo. Somos y seremos, en todas las circunstancias, demócratas.

Esta afirmación debe provocar nuestro más airado rechazo, nuestra más firme indignación como ciudadanos y ciudadanas conscientes de nuestros derechos. Si Hipólito admira a Trujillo esa será su vergüenza, lo que no podemos aceptar es que pretenda negar nuestro derecho a la libertad y a construir una mejor democracia, una democracia real, efectiva, en la que imperen las leyes, no el capricho del dictador y sus socios.